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16 jul 2012

De la última noche y como perdí una pierna. (cuento)

Un saludo querido lector.

Originalmente este pequeño cuento estuvo planeado para el viernes 13 que acaba de pasar, pero no pude hacer nada en contra de mis torpes dedos y la lentitud de mi cerebro.

Sin mas preámbulo te dejo con este último, espero que lo disfrutes.






¿Cuánto tiempo llevaba enterrado?, ni idea, pero seguramente era muy poco. Me sentía recién sepultado.

No podía percibir olor, pero sí que sentía la descomposición. Aun tenía un ojo; mágicamente servía.

!La caja en la que me enterraron¡. Mis parientes no podían ser mas tacaños por ser demasiado ricos; aquello era una reja de vegetales, horrible, horrible de verdad. Aunque cualquier caja es mejor que ser cremado. El cuerpo se hizo para permanecer de una sola pieza y así es como se debe descomponer, todo en el mismo sitio.

Cuando terminé de hacer reflexión, supe que una canción me sacaba de la tumba. Una música maravillosa, de notas complejas y que el oído humano jamás podrá escuchar. Así como el vivo, vive, valga la redundancia, bajo sus normas, también la muerte. Hay cosas que el vivo no sabrá, escuchara, sentirá o notara hasta que muera. Una de esas cosas son los sonidos del que hablo.

En fin, supongo que debo salir. Sería una grosería de mi parte ser despertado y quedarme aquí dentro. Sin duda me es difícil, estoy a siete metros bajo tierra... ¿lo estoy?. No, el encargado de hacer mi agujero fue demasiado flojo. Lo que si hay es una capa de cemento que se fractura con tanta facilidad que en realidad me resulta relativamente fácil salir.

Primero una mano, no, primero un pie, sacare primero un pie, es mucho más original.

Una vez afuera pude observar mi ...¿cuerpo?, esqueleto es mejor definición. Vaya, pensé que tendría poco tiempo de enterrado, pero no es así, estoy en los puros huesos. Algunas tiras de cartón, que sin duda fueron piel hace tiempo, se adhieren a mi fémur izquierdo, costillas, omoplatos, en realidad casi a todo mi esqueleto, a excepción de mi pie derecho que no está. Estoy feliz; me conservo en tan buen estado, sin ayuda de cremas o emolientes. Estoy bastante pálido, seguro es por falta de sol y lamentablemente es de noche, no podre asolearme en algunas horas.

Díganme, ¿me queje de mis parientes?, pues olvídenlo. Estoy en el jardín más hermoso que haya visto en toda mi muerte. El césped está a un milímetro del suelo, cortado con maestría, tan verde y espeso que luce como una alfombra. Las lapidas parecen adornos zen, de madera oscura, finamente tallada. Hay grandes árboles que dejan caer largas y finas ramas cubiertas por hojas rosas. Largas hileras de luces decorativas que recorren caminitos de piedra; que al extenderse se transforman en pequeños y elegantes puentecillos que dejan serpentear agua por debajo. A pesar de lo hermoso y elegante que pude resultar el cementerio, más atractivo resulta la enorme luna llena que ilumina la escena. La luz se filtra entre pequeñas nubes inflamadas por la humedad, bailando con el frio aire nocturno.




En eso estaba, revisando entre el cementerio, caminando por aquí y por allá. No era del todo consciente de ello, pero seguía la música que me despertó.

Llegué a una pequeña depresión circular rodeada con lapidas y arboles. Lámparas chinas colgaban de las ramas; iluminando un ingenioso patrón de madera en el suelo.

Para mi sorpresa encontré muchas personas... bueno, muchos cadáveres en el centro de la rotonda. Se observan con sus cuencas vacías, algunos temerosos, otros un tanto desconcertados. La mayoría esqueletos incompletos; les faltaban brazos ó piernas, la mandíbula, incluso el cráneo.

Traté de no llamar la atención y me escondí detrás de una tumba. Estoy totalmente avergonzado. Los esqueletos de ahí son mucho más viejos que yo; nadie en absoluto lleva piel, y yo con todos estos girones de mal gusto. Me veré sucio a un lado de aquellos esqueletos tan pulcros.

Comienzo a limpiarme todos los residuos de piel y tierra. Con algo de musgo raspo entre mi tibia y peroné asegurándome de no dejar carne, así también entre el radio y cúbito, a lo largo del fémur y con sumo cuidado el cráneo, fosas nasales y dientes (asombrosamente completos). Quedo hermoso, brillante y elegante. Mis omoplatos son increíbles y mi cráneo sumamente estético. Ojala pudieran verme. No fui tan atractivo ni en vida.

¿Qué hare con el ojo?,¿ Ya dije que tengo un ojo?.

Estaba elucubrando si limpiar la cuenca que contenía mi ojo cuando observe el nombre que había en la lapida donde me escondía. La tierra estaba removida, al parecer se encontraba ya vagabundeando por ahí. Bajo esa lapida se encontraba la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra y dueña de mi corazón. Bueno.. dueña de mis deseos, porque ya no me queda más corazón que el que limpie con musgo. Mujer de nombre Anna y de apellido.. De Romero. Si, De Romero es el apellido de su esposo, un ser vil y despreciable. Pero no era tiempo de preocuparme por ello porque a pesar de que en vida estuvieron casados, en muerte no aplica el contrato; al menos hasta donde sé. Para mi mala suerte, justo a un lado estaba la tumba de su esposo. ¿Quién lo diría?, la fecha mostraba que murió veintidós años después que ella. Con esa rata como esposo cualquier mujer hubiese muerto no solo veintidós, al menos cincuenta años antes.

¿Por qué no se casó conmigo?. Bueno es difícil decir. Ella y yo nos conocimos muy jóvenes para contraer matrimonio; incluso para contraer noviazgo. Después me aleje demasiado tiempo y para cuando regresé ella ya estaba enamorada, casada y con dos hermosas hijas que eran idénticas a ella. ¿Me comprenden?, me fue imposible recuperarla. Sin embargo cada día de mi vida me dedique a extráñala. Al parecer cada día de mi muerte también, porque aunque no tenga corazón, siento como se acelera algo entre mis costillas.

De la tumba de su marido comienza a brotar... su marido. Al parecer salimos en el orden en que fallecimos.



Me asomo entre las tumbas y esta vez la distingo perfectamente. La hermosa configuración ósea de lo que es Anna. Vaya, esa cintura la reconocería en cualquier lugar, su amplia pelvis; los largos, delgados y elegantes huesos de sus piernas; sus bien formadas costillas, y bueno, no quiero hablar de su cráneo. Esa mujer es simplemente una obra de arte. La oscuridad de sus cuencas me era enervante. Sentí que no solo debía estar junto a ella, sino que esta vez podría. Si en vida no lo logré, en muerte era mi derecho.

Una vibración en el suelo rompió con mi ensoñación. EL señor Romero estaba sacando el cráneo a través de la tierra, como si de una flor se tratase, aunque eso sería una ofensa a las flores. Su cabezota desproporcionada (al igual que en vida)salía de la tierra. Debió reconocerme porque cuando me vio, o al menos cuando sus cuencas se dirigieron hacia mí, sus dientes comenzaron a titiritar de una manera horrible. ¿Le entendía?, ni una palabra. Pero no estaba de humor.

Tomé su cráneo entre mis refinadas falanges y lo arranque . Algunos fragmentos de los huesos parietales se hicieron añicos; se escuchó un fuerte y desagradable crujir. Me quedé con su cráneo en las manos. Lo lancé a unos cincuenta metros de distancia, fácil, después saque el resto de su esqueleto y lo desarme; así no podría salir a interrumpirme con Anna. Ya saben, hasta que la muerte los separe y todo eso, pues bien, ya están muertos.

En el proceso de desarmar a mi enemigo note que tampoco tenía el pie derecho; estaba hecho polvo. ¿Qué pasa con ese pie?, ¿siempre se pierde primero?. Tomé su pie izquierdo y lo ensamble en mi tibia y peroné derecho. No encajaba muy bien, pero algo es algo.

Decidí dejarme el ojo, tal vez sería un elegante detalle, ya saben, como un monóculo o algo por el estilo, algo fanfarrón y excéntrico, además no quería deshacerme de todo, también es bonito recordar que estuviste vivo.


Me acerque a la rotonda. Muchos esqueletos ya estaban bailando por ahí, algunas parejas antiguas otras no tanto, esqueletos conocidos y desconocidos. Aquello era lo que creía; un baile. Orquestado por un ser envuelto en telas rojo oscuro; tocando un instrumento extrañísimo, algo parecido a una cadena de ADN con mil cuerdas.

Mientras buscaba a Anna me encontré con mi madre; hecha añicos, bailando con... no sé con quién estaba bailando. Cuando me reconoció comenzó a castañear los dientes y darme abrazos. No tengo la menor idea de lo que me quiso decir, pero fue una bonita sorpresa. Señalaba con sus artríticas ,torcidas y engarruñadas falanges hacia la multitud. Creo que sabía que Anna estaba por ahí y me estaba empujando a que le buscara. Me despedí alzando una mano, mi madre por su parte se me lanzo a los omoplatos y acercó su mandíbula tanto como su corta estatura se lo permitía, creo que fue algo como un beso, se dio media vuelta y siguió bailando con aquel extraño esqueleto.

Aquello tenia gran concurrencia, los cadáveres seguían llegando y llegando. Al final aparecieron los más jóvenes. Algunos estaban tan frescos que parecían zombis, con todos sus órganos, pieles y pelo. Repugnante.

Entre tantos seres encontré a muchos familiares y conocidos. Me encontré con mi abuela, que estoy seguro estaba tratando de darme un pastel de tierra y gusanos; Con un antiguo profesor de filosofía, que no paraba de castañear los dientes y mover los huesos de una mano en tono explicativo; con mi padre, que después de abrazarme me dio dos coscorrones tan duro que pensé me había hecho un hoyo; con una de mis ex novias que al intentar darme una cachetada se le desprendieron los huesos del brazo. Salí corriendo partido de risa. Me encontré con mi mascota, Frida, una perra bóxer. Movía lo que le quedaba de cola tratando de llamar mi atención. Cuando me agache para saludarla vi que en el hocico desdentado traía la cabezota del esposo de Anna; se la quite y tratando de disimular la lance lo más lejos que pude, Frida corrió tras él.

Cuando pensé que jamás encontraría a Anna fue cuando percibí aquel increíble aroma a flores, pino, bosque, pradera, azucenas, caña, barro, humedad, anochecer, a brisa. Era ella, me había encontrado primero. Sus delgados dedos se posaron sobre mi omoplato, me gire rápidamente y con mi único ojo la vi. Estaba tan hermosa como siempre.

!Madre santa¡. Al verle no podía hacer otra cosa que recordarla de pie sobre el portal de su casa, con su hermoso pelo rizado, su piel blanca, su amplia y natural sonrisa, sus largos dientes, sus ojos castaños. ¿Cómo pude dejar pasar cualquier oportunidad de decirle que la amaba?.

Ella no se movía. Torpemente trate de decirle tantas cosas, pero de mi boca sin lengua lo único que salió fue un castañeo de dientes. Solo pude ofrecerle mi mano para que bailáramos juntos.

Aun en muerte se mueve con tanta gracia, al compas exacto, incluso cuando se equivoca lo hace tan naturalmente que lo hace bien. Por otro lado yo soy tan torpe bailando que me hace pensar que... bueno, en realidad y ahora que lo pienso, si tengo dos pies izquierdos, uno mío y el otro de su marido. Me pregunto si lo está echando de menos. ¿Qué pensará de mi?. Tantas cosas de vivos que le quiero preguntar.

Me entra un revolcón en donde debería estar el estomago. ¿Cuánto tiempo durara esto?, y me temo que sé la respuesta. Solo estaremos fuera de nuestras tumbas durante una noche y después regresaremos a dormir; ¿Para siempre?, no estoy seguro pero no puedo arriesgarme a que sea así.

El instrumento que toca el ser envuelto en telas rojas, el que parece un modelo de ADN, eso es lo que nos ha traído aquí. Si tan solo lo pudiera robar, y claro está, si lo supiera tocar, podría dedicarme a tocar una melodía infinita ó al menos hasta que me quede sin huesos.

El baile continuó y yo me quedé con Anna, pero no podía dejar de pensar en que haría para mantenernos en este mundo, mundo entre la vida y la muerte, el mundo medio. Mi cabeza no dejaba de pensar en una solución; tenía que robar aquel instrumento musical mágico.

Recuerdo que cuando era joven, mi madre insistía de sobremanera en que aprendiera música, bajo el argumento de que algún día me serviría de algo. No saben cuanta razón tenia, posiblemente ahora estaría más cerca de mi objetivo.

El hombre envuelto en trapos rojos se percato de mi constante ojo posado sobre su instrumento musical. No podía ver su rostro, oculto bajo una capucha, pero sabía que él sabía lo que tramaba.

Duramos tanto tiempo bailando, que sin previo aviso a mi preciosa Anna se le disloco una pierna entera, el hueso cayó al piso y se transformo en un rompecabezas imposible. Anna observaba los restos, pero no hiso intento alguno de recuperarlos, era insalvable, estaba hecho polvo. No dude y arranque de un tirón mi pierna derecha. ¡Otra vez la derecha!, venían mal de fabrica. Se la coloqué con sumo cuidado y encajó a la perfección, era como si estuviera hecha para ella; !y que digo¡, está hecha para ella, todo mi ser está hecho para ella. Acercó su esqueleto al mío hasta quedar unidos, pensé que nuestras costillas quedarían atrapadas entre sí, me abrazó sobre las clavículas, su cráneo rosaba con el mío.

Respecto a eso solo tengo una cosa que decir: "MARAVILLOSO".

Casi sentía que era hora de amanecer, lo confirmé porque algunos esqueletos se comenzaba a retirar, exacto, esqueletos, los más viejos. Entonces entendí que el regreso a las tumbas seria en el orden contrario al que salimos , del más viejo al más joven. No tenía idea alguna del estado en que me encontraba, no podía ser muy viejo dado que mi esqueleto estaba completo, pero no me iba a arriesgar a perder nuevamente a Anna.

Como nos encontrábamos bailando, la solté y traté de hacerle señas con las manos, tratando de decirle que esperara en el lugar donde estaba, que no me dejara, que regresaría rápidamente. Ni siquiera supe si me entendió ó si me veía, pero se quedó tan quieta que me tranquilizó. Cruzó graciosamente sus manos sobre su pelvis y fue casi como si dijera "ve".

Me lancé contra aquel señor en telas rojas. Al menos intenté, olvidé por completo que solo me quedaba una pierna, así que como podrán imaginar, me di con todos los dientes en el suelo, que por suerte tenia secciones de pasto que amortiguaron un poco. Tres de mis dientes salieron volando en diferentes direcciones, ni siquiera me interesó. Guardando el equilibrio logre ponerme sobre mi pierna izquierda y empezar a dar saltos en la dirección correcta.

Cuando estaba frente al hombre del instrumento pensé que tal vez lo primero que debería hacer es intentar por las buenas. Me incliné haciendo una reverencia con las manos, a lo que me contestó con un movimiento de su cabeza, extendí mi brazo pidiéndole el instrumento, algo así como "¿me permite tratar?". Un sonoro y escalofriante grito salió de lo que creo era su boca. Levantando su mano, una fuerza extraña me empujó unos tres metros haciéndome chocar con tres muertos jóvenes que había por ahí.
El ambiente se silenció y toda cuenca vacía u ojo en estado de putrefacción apuntaban hacia la escena, todos enmudecieron. El hombre de rojo, después de una pausa, continuó tocando y todo el lugar regreso a la fiesta y al bullicio.

Con mi único ojo busque a Anna entre la multitud. Seguía parada, esperándome, con su inocente pose. Le hice una seña con la mano y ella asintió.

Así que no me lo dejaría fácil. Tal vez tomarlo por sorpresa y usar la fuerza ruda.

Anduve por ahí haciéndome el despistado. Los muertos mas viejos, los que les faltaban la mayoría de los huesos y que se desmoronaban a cada paso habían desaparecido en su mayoría regresando a sus tumbas pacíficamente. Me quedaba poco tiempo.

Conseguí unas cuantas rocas; lo suficientemente grandes para que no se escurrieran entre mis delgadas falanges. Me perdí en el centro de la multitud tratando de ocultarme lo mejor posible por si acaso pudiera haber repercusiones. Había un dicho en vida, ¿cómo era?, ¿tiras la roca y escondes la mano?, no recuerdo. Tenía tres rocas del tamaño de un corazón. Afine mi puntería y lance la primera tan fuerte como pude. La roca dibujo un arco el aire y se escucho un fuerte sonido seco; había caído justo a un costado del hombre de rojo que no se percato en lo mas mínimo, o eso pensé por que no se movió ni un ápice. Mi jugada era darle en el pecho o en los brazos así podría hacer que soltara aquel instrumento musical. Me preparé y arroje una segunda roca. Nuevamente dibujó un arco. Esta vez dio de lleno en el pecho del músico. Comencé a dar saltos en su dirección, era mi oportunidad de arrebatarle la música de sus muertos dedos, pero me tuve que hacer el despistado antes de poder llegar siquiera.
El golpe fue directo a su pecho, lo vi, y también lo vi tambalearse desconcertado, sin embargo no vi saltar los huesos de su pecho ni de su mano, muy al contrario estoy seguro de que por un momento vi su mano desnuda, así es, una mano con carne, uñas, líneas, venas y tejido rosa. Aquello,cualquiera que sea, estaba vivo de verdad.

Caminé entre la multitud; aterrado no sé porque. ¿Pueden creerlo?, el músico vivo. Al menos eso lo hace mas débil de lo que creía. Siendo humano puede ser lastimado, después de todo, quizás tenga la oportunidad de estar con Anna.

¿Anna?, ¿Dónde está?. Una terrible punzada de preocupación me recorrió el esqueleto, la rodilla me tembló y mis dientes hicieron ruido. La encontré después de unos segundo interminables, de pie junto a tres cadáveres jóvenes. Ella jamás tenia problema con los desconocidos, podía convivir con quien sea y sorprendentemente divertirse, muy al contrario de lo que yo hago. Me cuesta conocer personas y me cuesta el triple querer estar con ellas y jamás consigo divertirme del todo. Ella es tan sencilla, ahí reside su belleza.

Me ordeno dejar de perder el tiempo y tratar de idear un nuevo plan. Si quería estar con Anna tengo que tomar medidas drásticas, el tiempo se agota y mis oportunidades decrecen. En cualquier momento ella tendra que retirarse a su tumba y si mis cálculos son correctos, después de eso no habría nada que hacer.

De entre los arboles apareció mi perra Frida, ya saben, mi mascota. Traía un gran fémur en la boca, se acercó y lo soltó justo en frente de mi, como esperando que se lo lanzara. Ese animal no dejó de ser un juguetón incontrolable ni en la muerte. Es extraño porque no puedo recordar en qué momento o circunstancias murió. Tomé el fémur entre mis falanges, de alguna manera creó que el hueso pertenece al exesposo de Anna, el señor Romero. Antes de que pudiera arrojarlo fue cuando tuve una gran idea.

Busque entre la multitud de esqueletos, algunos bailando, otros .."platicando", si es que puede existir algún tipo de comunicación en el castañeo de dientes medio putrefactos. De hecho, hay algunos cadáveres muy jóvenes, con piel y órganos aun, de los que me pareció escuchar algunas palabras, pero no estoy muy seguro.
Encontré a mi abuela golpeando a un tercero con su propio cráneo, siempre fue así de amable con los desconocidos, estoy seguro. En cuanto me vio ensamblo su cráneo a la punta de su columna y se dirigió a mí tratando de abrazarme, creo que hasta intento pellizcarme los cachetes. Era una suerte que siguiera aquí, los esqueletos más viejos habían desaparecido casi en su totalidad. Supongo que hay gente realmente vieja en este cementerio. La tomé de la mano y la hice caminar en dirección al hombre de rojo. Fue difícil por que en una mano tenía el fémur que Frida intentaba recuperar, y en la otra, a mi abuela. Sumándole a todo que me mantenía únicamente sobre mi pierna izquierda.

A unos tres metros del músico le dije a mi abuela, ó intente decirle, que era un amigo, que se lo quería presentar. Aun si de mi muerta boca solo salió un castañeo ininteligible, me parece que entendió bastante bien porque comenzó a caminar en la dirección correcta.

Rodeando al músico y quedando a su espalda, me dedique a observar como mi abuela le preparaba un pastel de lodo y lombrices. El hombre de rojo parecía totalmente desconcertado. Preparé el Fémur que Frida no dejaba de seguir, parecía al borde de un colapso nervioso de tanto esperar a que lo lanzara.

Cuando mi abuela se acerco lo suficiente y puso un puño de lodo sobre el regazo del músico; fue cuando lance con todas mi fuerzas el Fémur. El músico arrojó a mi abuela unos tres metros de él, así como hiso conmigo la primera vez. En ese instante el fémur le dio de lleno en la nuca haciéndolo tambalearse. Yo comencé a dar grandes saltos sobre mi pierna izquierda, intentando alcanzar el instrumento, pero como estaba planeado, Frida llegó primero y con sus patas delanteras dio de lleno en la espalda de aquel extraño hombre. Con el empujón aterrizo de bruces en el pasto, y mi abuela, que había tomado un segundo aire, estaba dándole de garrotazos en la espalda con un cráneo, esta vez no era el propio. Ni idea como sucedió eso ultimo, pero servía. Los últimos tres pasos sentí un vértigo terrible, apenas si mi pie tocaba el piso, me sostuve por gracia divina. Llegue a un costado del músico y le arrebate aquel extraño instrumento que mantenía a los muertos vivos. Lo logré.

El anterior músico yacía en el suelo, intentando recuperarse de la conmoción. Una vez logró deshacerse de mi abuela y de Frida, se puso en pie. Sus ropajes, haciéndose tranparentes, desaparecieron y dejaron a un humano desnudo, sin cabello y de mirada profunda. Un simple humano, débil y desprotegido. La fiesta entera nuevamente enmudeció y todos dirigían la mirada hacia aquel desagradable humano. Así como sus ropas desaparecieron en una lenta transparencia, de igual manera continuo su piel, su grasa, sus músculos. Poco a poco fue adquiriendo una imagen mucho mas muerta. Finalmente quedo hecho un esqueleto, común entre la multitud. Cuando hubo terminado la metamorfosis, el esqueleto que quedó comenzó a caminar lentamente, arrastrando los pies hacia las profundidades del cementerio. Se retiraba a su tumba. Me parece que llevaba mucho tiempo siendo maestro de orquesta pero es así como su tiempo termina.

Tengo el instrumento en mis manos y para mi sorpresa he perdido por completo el control sobre mis manos que tocan a voluntad el instrumento. No me equivoco al decir mis manos, porque de la punta de mis dedos crece musculo, grasa y piel. Y es aquí cuando me doy cuenta que no podre tocar aquella canción que me permita estar con Anna. ¿Cómo pude ser tan estúpido?. Peor aún, no puedo separar mis nuevos dedos de aquel aparato infernal. La piel que está creciendo desde mis manos avanza rápidamente por mis brazos. Es horrible, tengo sensación de nuevo; frio, calor, sudor, comezón, es tan desagradable que como alguna vez lo soporté.

Luche para abandonar mi nueva profesión de músico enclaustrado en mi propio ser. No lo logré.

Los esqueletos eran cada vez menos y lo único que podía hacer era observar cómo se retiraban solemnes a sus tumbas. Mi abuela, madre, padre y mascota desaparecieron en las profundidades.

Mi nueva piel ya me asfixiaba hasta el pecho. Un desagradable aire húmedo se filtraba directamente a mis nuevos pulmones mediante una corriente que cruzaba mi espalda. Me había condenado a tener que respirar. No quiero estar vivo, quiero estar con Anna.

Anna estaba a la mitad de aquel lugar, de aquella rotonda donde los muertos bailan. Traté de llamarla, de gritar, sin embargo mi lengua aun no crecía y el castañeo de mis dientes no era suficiente para captar su atención. Le veía buscando algo, girando su cabeza y escarbando entre la muerta multitud. Espero que se dé cuenta, que se percate de mi ausencia, aun si lo único que queda es despedirme, aun si lo único que queda es revivir a la insufrible vida en su ausencia. No lo hace.

Aumentado la tortura que supone el ser espectador, aparece en escena el famosísimo, imperialismo, encantador, seductor y elegante señor Romero. Pensé que me había logrado deshacer de la maldita rata. No es así. Ambos, Anna y su exesposo, se toman de la mano, la conduce en un baile que da envidia; se mueven como si flores en un estanque, ni siquiera le hace mella el no tener sus pies, se mueve encantador sobre dos espantosos muñones. Si supiera que su pie se encuentra en la pierna que le regalé a Anna seguro se lo arrebata, su ficción de amor no alcanza para hacer obsequios.

Una vez me brota lengua y puedo gritar, tal vez hablar no, pero si gritar, trato de llamar la atención de Anna. !Vamos¡, solo me quiero despedir, nada más. Esta vez, gracias a alguna fuerza mística, Anna detiene el baile en el que se encuentra y me observa desde su negras y vacías cuencas, levanta una mano y hace una seña, comienza a caminar hacia mí, del cual solo queda la mitad del cráneo y pierna al descubierto, por lo demás soy un cumulo de órganos y pieles nuevas. Un segundo mas y no me hubiera reconocido, lo sé, simplemente hubiera visto a un humano envuelto en telas rojas.

Anna comienza a caminar hacia mí, pero adivinen quien más se ha dado cuenta; el señor Romero, exacto, el cual le impide el paso. ¡Malnacido hijo de puta¡. No solo le impide el paso sino que la empuja. Si pudiera le retorcería el cuello. Una vez en el piso le arranca el pie. !Lo sabia¡, sabía que haría eso. Se lo coloca en uno de sus muñones y comienza a caminar a grandes y fúricos pasos en mi dirección. Era evidente para que quería el pie, para poder ... ¿matarme?, esta vez sí puede... creo. Al parecer está molesto porque lo convertí en un reguero de huesos justo cuando salía de la tumba, ¡que exageración!.




Saben que es lo curioso, jamás, al menos no que yo recuerde, tuve una pelea en vida, estoy casi seguro, porque de hecho y por lo general soy bastante ... cobarde, si, además de desinteresado, hay pocas cosas que siento valgan la pena para llegar a esto, pero condenarme si esta vez no vale la pena, les juro que lo voy a matar por segunda vez y lo voy a enterrar en una fosa sin nombre; que todos se olviden que alguna vez existió este desagradable ser.

Trate de sacarme el instrumento de las manos, lo olvidé, es imposible hacer eso. Así que recibí un rotundo golpe en la mandíbula.

¿Alguna vez has tenido un orgasmo?, pues colócalo en el lado contrario al placer y multiplícalo por mil. Es como si mi nuevo cuerpo estuviera tan sensible como el de un bebe recién nacido. Creo que intenté desmayarme pero sin mucho éxito. De espalda en el suelo pensé que eso sería todo, que el señor Romero se retiraría con un triunfo limpio. Me equivoque de nuevo. Arremetió por segunda vez y con sus rodillas oprimió mi pecho. Mis manos tenían el mágico instrumento sobre mi cabeza, tocándolo ridículamente, como si nada pasara, como si no fuera asunto suyo el defenderme. Recibía golpes en las mejillas, el cuello y la barbilla. No hay duda, mi cuerpo se había regenerado por completo, estaba vivo nuevamente y ¡como dolía estar vivo!.

Entre la lluvia de golpes y el lento amanecer observe como Anna se retiraba, era su hora de regresar a la tumba. No pude despedirme, no pude decirle cuanto la amaba.
Es triste como hay cosas que ni muertos podremos decir. Se nos escapan las oportunidades de la vida como si de agua entre las manos, no importa que tan vital nos sea, simplemente es una imposibilidad hacer lo que queremos.

¡Adiós Anna!, trate de gritarle, pero un puño huesudo caía constantemente sobre mi cara haciendo imposible decir nada. Parece que esto es todo.

Levanté los brazos y trate de golpear al ex esposo de Anna con el instrumento musical, lo cual fue imposible porque lo detuvo con sus manos... ¿manos?... Si , manos. !Me había quitado el instrumento¡. Ahora estaba en sus manos y no en mis... huesos.

Una misterioso y extraña fuerza me apartó del instrumento haciéndome quedar de pie sobre mi única pierna, a un metro de distancia de él.

No tardó en comenzar a regenerarse. Su cráneo se tornó hacia mí, no sé si en un intento desesperado de pedir ayuda o en una mueca triunfal, pero pienso que fue la primera.

Mi pierna, autónoma, comenzó a dar saltitos en la dirección de mi lapida. ¿Cómo habrá hecho Anna?, solo tenía una pierna sin pie. No importaba ya, por que a estas alturas debería estar durmiendo para siempre ó al menos hasta el próximo baile.

Sentí una profunda melancolía y de alguna manera algo de tristeza. Había desperdiciado mi tiempo aquí, peleando, organizando, manipulando. No pude despedirme de mis padres, no disfrute el tiempo, mi único tiempo en eones, con Anna; no disfrute el baile, no me despedí de mi abuela, ni de mi mascota; dañe a varias personas y no conseguí nada. Infeliz en vida, infeliz en muerte. Incluso siento un poco de lastima por el Señor Romero, se quedo ahí, sorprendido, sin saber que le ocurrirá. Supongo que revivir no puede ser tan horrible, al menos eso espero por su bien.

La conciencia es un arma de dos filos que generalmente corta solo al portador.

El lento amanecer clareaba un cielo gris con nubes a punto de romper en lluvia.

En el trayecto a mi tumba pase a unos metros de la tumba de Anna. A pesar de saberlo imposible, trate de cambiar mi trayectoria y pasar por su lapida. El resultado fue el esperado, mi pierna se conducía sola.

Apenas si se iluminaba el cielo. Matices grisáceos despejaban la turbulenta noche. A la luz del día el pasto es más verde, los arboles menos frondosos, la madera mas rugosa y en general todo adquiere texturas increíbles.

Por lo general se entiende que se observa con los ojos, que se escucha con el oído, que se siente con la piel, que se vive con el corazón, pero el vivo es más que un conjunto de órganos, es más que sangre y es más que cerebro; basta con saber lo que pasó esta noche, en este cementerio. Yo no necesite ningún corazón, ni cerebro, alma ó nervio para sentir.

Llegando a mi tumba, veo mi nombre grabado en la madera y me pregunto: ¿cuánto tiempo durara hasta que olviden quién soy?. Retiro algo de tierra, algo de cemento y ahí esta... ¡¿Anna?!.

En ese momento estoy seguro de que mi ojo muerto lagrimeo.

Ella extendió los brazos y me recibió con un abrazo. Creo que su única pierna, que de hecho es mía, la trajo hasta mi tumba. No estoy seguro que ha pasado, pero es genial que pasara.



Le debo tanto a su ex esposo que casi quiero ir a quedarme en su tumba, pero no.



FIN


Para Anna, para Joaquín y para el señor Romero, a quienes no podre decirles nada.



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